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Saizarbitoria, Marías y Faulkner: cuestión de estilo

Yolanda me dice que lee mis textos y que le resultan un poco pedantes, que se me alargan las frases y se eternizan los párrafos, que escribo de forma enrevesada; vamos, que no digo las cosas directas, sencillas, tal cual, como son. ¡Como si las cosas fueran tal cual son!. En más de una ocasión le he reconocido su critica preocupado por si ello fuera señal de una particular disfunción neuronal para escribir de manera simple y directa sobre las cosas y las personas, como hacía Baroja. Cierto que tiendo a escribir en frases largas, pero no tiene que ver con la pedantería, ¡qué va!. 

Eskuizkribua heldu zitzaidan gutunazal berean gorde, eta lehio atzean geratu nintzen, zeru zamapean zitalduta ageri zen itsaso gris, zuriz pitzatuari begira. Ikuskizuna bera aski zatekeen hezur-muinetan bustidura sentiarazteko, baina, horretaz gain, etxeak berak ere bazuen, hutsik egon izatearen ondorioz, hotz hezea hormetan sartua eta, hori gutxi balitz, saioa franko egin nuen arren, ez nintzen berogailua martxan jartzeko gai izan. Hala eta guztiz ere, Victoria ez nuela gehiago ikusiko pentsatzea zen, udazkeneko goiz zakar hartan, hotzikaraz jarri ninduen ondoezaren arrazoia.

Así empieza “Rosettiren obsesioa”, una de las novelas de Ramón Saizarbitoria, a quien acabo de descubrir. Sí, lo siento, no es justificable, lo sé, mejor debería callármelo y no airear mis carencias en literatura, pero no me es posible: el impacto de tal descubrimiento ha sido grande, hasta el punto de que me ha reconciliado con la literatura en euskera en su conjunto, tal cual, aunque suene raro. Raro tiene que ser desde el momento en que pocos autores (Miren Agur Meabe, Sarrionaindia y poco más) me llegan a conmover e interesar como sí me ocurre con Saizarbitoria.

Con precisos diálogos que dejan a cada paso un poso de drama entreverado de situaciones de una comicidad negra e irónica, logra dotar de intimidad a sus personajes con una profundidad no habitual en la literatura vasca. La frialdad, la desesperanza, el cansancio o cierta misoginia que se adivina en algunos personajes reflejan una lejana humanidad que extraña al lector y que no acierta a saber de dónde sale tal cosa. La elección de los temas, desdoblados, anidados, los cambios de narrador, el tiempo subjetivo y otros recursos usados con habilidad hacen que Saizarbitoria componga novelas que te atrapan desde el inicio. Y sin reparo de usar frases largas. No me olvide comentárselo a Yolanda.

Sí, tal vez el estilo de Saizarbitoria no sea fácil. Ya su segunda novela, rompiendo moldes en la herrumbrosa literatura vasca de entonces, pasó desapercibida pués se guardó rápidamente en la vitrina alta de las obras respetables por pecar de intelectual. El lector medio espera algo sencillo, con frases cortas, las que son del gusto de la literatura taquigráfica, fotográfica, fotogramática, propias de la cultura ticktoker o, como dice Arantxa Urretabizkaia, “ese modo de contar del mundo audiovisual”.

Julian Marías, recientemente fallecido, defendía en una entrevista el texto de frase larga, pero no por pedantería, como podría suponerse de un autor tildado de elitista, sino por explotar convenientemente las posibilidades del texto. Se defendía recordando que otro grande, Faullkner, también gustaba de los enunciados en bloque, con frases largas. Su padre, el de Javier, creo que comentaba en una conferencia sobre literatura norteamericana que “si bien Azorín decía que hay que decir las cosas unas detrás de otras, Faulkner las dice unas dentro de otras”. Y es que, aparte de cuestión de estilo, para gustos, la forma de escribir es, también, además, un decir más, decir más específicamente, decir más profundo.

Es bien distinto juntar dos oraciones o articularlas. No es lo mismo enunciar una conjunción de hechos que enunciar la relación de hechos; y da lo mismo si es escritura científica o literaria, realidad o ficción. Usando una metáfora matemática podemos decir que tanto las oraciones copulativas (del tipo A=B) como las oraciones enlazadas con conjunciones copulativas (del tipo A y B) serían igualdades y sumas. Enuncian hechos simples o agrupaciones de hechos simples pero al fin y al cabo hechos que hay que tomarlos o no, pero poco más. Un texto que tire abundantemente de ellas será un texto impresionista, subjetivo o pretendidamente objetivo, da igual, pero descriptivo, al fin de cuentas. Por contra las oraciones compuestas, subordinadas y coordinadas, siguiendo la metáfora matemática, serían como funciones del tipo A=⨍(B) o como proposiciones, por ejemplo causales, del tipo A ⊦ B. Esta estructura sintáctica dispone las condiciones para un uso más complejo y completo del lenguaje y de la significación; no solo dice más sino que invita a cuestionar y explorar el tipo de implicación particular que introducen las partículas conectoras. Son construcciones que dan razón del mundo y que en una obra de ficción dan razón de las razones de sus personajes. No solo es descriptivo sino explicativo y propositivo. Las frases subordinadas, coordinadas y relativas tienden a ser largas y establecen enunciados dependientes unos de otros, a modo de funciones anidadas y en distintos niveles de granularidad semántica con lo que extiende multidimensionalmente las posibilidades del texto. 

Eso es el mundo, el de verdad o el de la ficción literaria, da igual, una endiablada matriz multidimensional de relaciones causales y casuales, correlaciones, subordinaciones… Son las oraciones compuestas de ese tipo las que hacen posible la enunciación compleja y las que permiten en mayor medida agotar las posibilidades propositivas del texto; y son las que suelen ser largas. Otro tanto podemos decir del tiempo verbal. El presente, el pasado simple son impresionistas, se limitan a hechos mientras que los condicionales, los pretéritos pluscuamperfectos, los del modo subjuntivo en especial, son los que posibilitan expresiones que ensanchan el mundo. Así, las expresiones contrafácticas tipo “si hubiera… no habría…” son la base de la imaginación humana, de la creación. De hecho las expresiones hipotéticas y contrafácticas, fundadas en una originaria percepción de la culpa y en la nostalgia, son las que abren la posibilidad misma de la ficción literaria.

Efectivamente el estilo no es la forma ni el barniz del contenido. Sigo en esto a Graham Hough, un ya olvidado crítico literario. Hough decía que la variedad de estilo no solo es una forma diferente de decir una misma cosa; que si se dice diferente es que son cosas diferentes.  O sea, que algo dicho en estilo de frases largas no dice lo mismo que lo mismo dicho en frases cortas. El estilo de un escritor sería así no solo muestra de una marca personal, histórica o incluso nacional, sino que también sería parte de la manera de decir más sobre el mundo, el real o el de ficción, da igual.

Estoy con Javier en lo de las frases largas y creo que en Saizarbitoria hay mucho de cosas dichas dentro de otras, por ello logra contar tanto y tan bien.

 

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