Uno de los logros de los colegios de la Iglesia católica ha sido el de forjar genuinos ateos y agnósticos. Sus discutibles métodos educativos, su parafernalia siniestra, su dudoso sentido de la virtud están en las antípodas de los gustos e intereses de millones de jóvenes. El problema no es que la propia Iglesia sea víctima de sus propias carencias y que su objetivo de forjar creyentes acabe en poca cosa pero si lo es que sus intentos vayan de la mano de una eficaz maquinaria diseñada para abusar sexual y emocionalmente de menores.
En los años setenta las confesiones que hacíamos en el colegio para aliviar la carga de nuestros pecaminosos corazones, habían pasado, en un inédito “cambio de aires”, del siniestro, oscuro y frío confesionario a las confesiones en grupo y con guitarra, primero, para pasar, al de poco tiempo, a las confesiones privadas en el despacho del hermano confesor.
No recuerdo que pensé ni que sentí cuando sentado en aquel sofá de cuero blanco, en aquel despacho luminoso, silencioso y con olor indescriptible, se acercó el hermano confesor, se sentó junto a mi y me acarició la cabellera a la altura de la nuca mientras me decía lo hermosa que era mi melena. Sin contárselo a nadie, fui a casa y le hable a mi madre para decirle, con un aplomo que nunca había tenido hasta entonces, que jamás volvería a confesarme ni tampoco volvería a misa. Mi madre, siendo ella creyente, me dijo que me lo pensara mejor; respecto a mi padre, no le pareció nada grave mi decisión. No hubo dramas ni reproches pues. Tenía entonces yo 9 años.
Tuve suerte que aquel suceso me resultó simplemente tonto e inexplicable. Seguramente la actitud tranquila de mi madre y de mi padre, al no darle más importancia a mi decisión, ayudó a que no tuviera que volver a aquel confesionario y tener que enfrentarme a situaciones más comprometidas. Después de aquello simplemente al hermano confesor lo recordé como un pobre hombre, como un ser triste y feo.
Habría sido bueno que todos los niños y niñas que pasaron por situaciones similares o peores pudieran recordarlo de forma tan distante como yo.
#pederastiaiglesia #GraciasHermanosMaristas
Ilustración de DRAGAN, un artista del humor gráfico que nos vale para ilustrar la presente entrada por su acierto en denunciar con sutileza y elegancia tan espinoso tema. https://dragancartoon.com