La enumeración es una de las figuras de la retórica literaria. Aunque al revés que con la metáfora y los tropos se usan palabras adecuadas, se hace de una manera que se aparta de la norma. Estas figuras afectan a diferentes facetas de la expresión y la enumeración en concreto cabe pensar que es tanto una figura de la dicción como del pensamiento. Consiste en acumular, sumar elementos de rango semejante, nos dice Azatustre. Miembros oracionales unidos mediante coordinación. Cuando no hay orden entre los miembros de la lista, la enumeración se llama caótica.
El decreto Quoniam multi (1601) del papa Clemente VIII aprobó específicamente las letanías lauretanas, ya testimoniadas por un manuscrito del siglo XII, nos explica la Wikipedia de esa cincuentena de elogios, de invocaciones dirigidas a la que los cristianos consideran madre de Jesús de Nazaret y que empieza así:
Santa Madre de Dios, Santa Virgen de las vírgenes, Madre de Cristo, Madre de la Iglesia, Madre de la misericordia, Madre de la divina gracia, Madre de la Esperanza
La letanía tiene un significado, el de intentar expresar, agotar, una realidad inabarcable, inexpresable. Pero además sigue un esquema rítmico que lleva al sosiego, a acompasar la respiración. Quizá toda enumeración tiene algo de música que afecta nuestra conciencia. La expresión de términos diferentes pero de la misma familia cautiva nuestra atención como un juego malabar.
Me suena que la poesía del siglo de oro es rica en enumeraciones, a veces graduadas de más a menos o de menos a más, y, a veces, resumidas al final.
Pero si hay una enumeración que ha logrado llegar a la imaginación de mucha gente es la de Borges en el Aleph, ese lugar, ese objeto en un baúl en un sótano, donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos. Es el cuento estrafalario escrito con un castellano del pasado y del futuro sobre el problema de la enumeración, siquiera parcial, de un conjunto infinito.
Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Fray Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer en el pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio…
Así sigue el relato para intentar describir lo inabarcable del universo, y lo grandioso del fantástico prodigio a que asiste el protagonista de Borges em el sótano.
Yo voy a recoger cuatro enumeraciones del pop: en dos canciones norteamericanas y dos españolas.
La primera es All I really want to do: En Another Side of Bob Dylan un joven de 22 años explica a una chica todo aquello que no quiere hacer con ella, pues lo único que quiere es su amistad. Es su cuarto álbum de estudio. Son cuarenta y siete las cosas que no pretende Bob de esa chica, expresadas de modo caótico aunque con los significados más importantes al final: no pretendo que sientas como yo, veas como yo, ni seas como yo. La única relación entre todas esas intromisiones en la vida de la chica aparentemente es la fonética, a modo de rimas interiores o sonidos parecidos.
La segunda enumeración es de Cecilia en su canción Nada de Nada, grabada en su disco Cecilia de 1972, ocho más tarde que el de Dylan, pero a la misma edad, veinticuatro. Murió en accidente cuatro años después. En esta canción nos dice quién es ella, cómo se siente, expresando su identificación con cosas inasibles, pequeñas o absurdas, lo que por tanto le hace ser pequeña, ser nada, pero también de nadie, es decir libre. Repite sobre todo que es una brisa sin aire pero no hay relación entre las realidades que menciona y llega a incluir un verbo para mayor sensación de desorden, de enorme cúmulo de cosas pequeñas y sin importancia con que la cantautora se identifica.
La tercera enumeración es la típica canción country de carretera y la canta Johnny Cash quien afirma al camionero que le coge a dedo que ha estado en todos los rincones, y lo demuestra con una enumeración de noventa lugares, ciudades norteamericanas, incluyendo estados y algún país sudamericano. I’ve been everywhere se titula, he estado en todas partes, I am a killer, concluye. Nos da idea de la vastedad del mundo, de lo inabarcable que resulta, y sin embargo de lo maravilloso que es nuestro viajero, el pasajero de negro. Creo que la versión original es australiana y sobre lugares de aquel continente. Los lugares quieren rimar y se agrupan según sus terminaciones pero no hay orden alguno entre ellos.
La última de las enumeraciones es la más larga de todas, deberían darle el premio Guinness a la canción con la lista más larga de todas las que se han hecho nunca. En Niño futuro, su Lp de 2019, un año antes de morir, se incluye la canción del mismo título. Si no he contado mal, Rafa Berrio cuenta al niño futuro una lista de doscientas personas de todo tipo, hombres y dioses, con que se va a encontrar en cuanto espabile un poco; es una ardua lista de gente que anda por el mundo, el revés del tapiz. Aquí se reflejan las inmensas lecturas del cantautor pero también la jerga de los médicos o el argot de los barrios pobres pero sin otra relación que buscar los contrastes, por ejemplo entre lo culto y el registro popular, lo elevado y lo llano, el barbarismo y el latinajo. ¿Cuál es la relación entre hooligans y excursionistas? ¿Entre tricotosas y paterfamilias? La expresión extraña qye buscan las figuras literarias la consigue por lo prolongado de la enumeración y el contraste entre sus términos. Así de múltiple quiere pintar Berrio el mundo que espera al niño en agraz, el estupor inminente del niño en agraz, niño que está, como la uva, sin madurar. Esta letanía parece su testamento.