Al Manrique, que solo tiene palos para Dylan.
Me ha costado decidirme a escribir esto pese a que me llegó el libro de Amazon hace semanas pues estaba apuntado a la lista. No quería que nadie me lo destripara. Lo he leído bastante emocionado a la vez que oía en spotify esta lista y leía la letra de que disponen la mayoría de las canciones en la plataforma.
He disfrutado mucho porque aunque supongo que no es el único libro sobre canciones, (Vázquez Montalbán tiene un libro sobre canciones), no conozco muchos más. Y después de Crónicas de Dylan esperaba más textos interesantes suyos. Pero ocurre que los fans de Dylan son una plaga y me dolería que me confundieran con uno. Aunque los detractores son también muy divertidos. Las canciones y sus letras de todo tipo para mí son objeto de atención muy especial cuando escribo y pensar que podía aportar algo al respecto fue lo que me ha decidido.
De hecho, a comienzos de siglo escribí en un fanzine un artículo sobre las letras de dos discos de Dylan. El editor de otro pequeño fanzine nos convocó a un guateque y acudí a tomar unas birras y alternar por el Bilbao de entonces. Al de un tiempo me despedí de mi amigo que estaba pinchando y quizá por hacerme un pequeño homenaje por mi gran aportación al dylanismo universal o quizá fue casualidad, hizo sonar Like a Rolling Stone. Yo ya entonces me había releído la letra para el artículo (aunque hacerlo no era tan fácil como ahora y además conservo las fotocopias del de Ordovás) y pensé que si me había hecho un guiño, este no podía ser más desafortunado. Todo el mundo cree que Like a Rolling Stone es un canto a la vida bohemia, a vivir de la ceca a la meca, en libertad. Que esa chica que es un canto rodado es un ser dichoso, pleno de dicha. Yo pienso que la canción de Dylan habla de venganza. No tanto de Dylan como del narrador de la canción, porque yo pienso que Dylan utiliza diferentes voces narradoras de sus canciones.
¿Qué nos lleva a pensar, cuando una canción entra en modo narrativo, que de pronto el cantante nos está contando la verdad?– se pregunta cuando comenta la primera canción de todas las del libro que comento.
Sigo. El narrador se está burlando de una niña bien que tiene que pelearse la comida del día después de haber gozado de las ventajas de su posición y su belleza. No es una canción de buen rollo, es un juramento, qué se siente ahora, chica, o lo que es lo mismo, ahí te jodas. No es nada oportuno dedicársela a un amigo cuando se marcha.
Pienso que así es el pop, o al menos que a menudo lo es. Retenemos solo los títulos, apenas los estribillos. Pero las historias son las de siempre, las traiciones, la soledad, los crímenes, las pasiones, los crímenes pasionales, los amores imposibles, las rupturas. Hay alegría más allá del mar, claro, a veces la hay. Pero a menudo es la pena de siempre que Bécquer hizo armoniosas silvas, ahora dolor del siglo XX puesto en vinilo. Pena o rabia domesticadas en formatos varios. Oyes las canciones e imaginas un parque de atracciones y dos adolescentes cogidos de una mano y la manzana con caramelo en la otra. Y sin embargo las historias hablan de colchones desvencijados, moteles de mala muerte, rupturas, muerte, crimen, soledad. Is cheaper to keep her contiene esa divertida cacofonía del título que no tiene nada de inocente sino que es una queja de un marido que está pensando en cómo pagarse el divorcio. Dylan parafrasea los textos, lo que pienso que no significa que los haga necesariamente suyos siempre, como tampoco el personaje de sus canciones es siempre Robert Zimmerman, como arriba defiendo.
Te explica la historia que anima cada canción. Si es que quieres saberla. Canciones que has oído infinidad de veces con sus ritmos alegres, ritmos que son espejo de la modernidad, pero esconden historias tristes, si no terribles, lugares oscuros y personajes sórdidos, pistolas y tugurios, carreteras y automóviles. Dylan pone el filtro rojo en el objetivo para que resalten las nubes sobre un cielo más oscuro. Las canciones modernas, las del rock and roll, que es el sistema nervioso del pop, tienen una vida muy diferente a la que imaginabas. La América profunda no deja de estar en el pop y todo te recuerda demasiado a Mullholand Drive.
Hay dos canciones que creo que resumen la esencia del libro de Dylan, la tercera y la última. Que hablan de todas las canciones. Son metaliterarias, diría yo. Dice Dylan que para Elvis Presley la primera estrofa de Without a song de Perry Como es la representación de todo aquello en lo que cree.
Without a song, the day would never end
Without a song, the road would never have been
When things go wrong, a man ain’t got a friend
Without a song
Desde que las canciones son ubicuas, con la famosa reproducción mecánica, nos acompañan de muchas maneras en muchos lugares, nos animan la vida o nos llenan el vacío, nos acompañan, a veces hasta nos cansan. Y es que este libro quizá se lo haya escrito un negro o un erudito en la sombra, aportando datos sobre compostiores e intérpretes y aspectos técnicos, pero no lo creo pues son apreciaciones que giran en torno a las letras, y los textos los dominan muchas vece paráfrasis de las mismas. En cualquier caso hay que tener las canciones delante que son las que completan la historia, las verdaderas autoras principales del libro. Y aquí en Without a Song la letra habla por sí sola, apenas tiene comentario. Qué coño haríamos sin una canción.
La otra es la de cierre, Where or When, de Dion. Cada despertar tiene un parecido sombroso a algo que sucedió en tiempos prerrevolucionarios o prerrenacentistas o precristianos donde todo es exactamente igual y no puedes distinguir nada-razona el Nobel.- Donde el pasado acaba mostrándose ante ti e introduciéndose en tu vida sin haber sido invitado. La última canción es la guinda filosófica del texto en que el crooner se imagina haber vivido ese encuentro antes. Extraña canción.
En ella– explica Dylan- la voz de Dion irrumpe en el puente y logra capturar el brillo pasajero que desprende la persistencia del recuerdo de un modo que la palabra impresa apenas podría sugerir. Nuevamente intentando demostrar que la música aporta un significado al poema.
Parece que las canciones son prueba de un eterno retorno, al que apunta Zimmerman. Como emisarias del tiempo.
La música forma parte de una era pero es intemporal, algo con lo que confeccionar recuerdos y un recuerdo en sí mismo. La música trasciende al tiempo, se construye en el tiempo del modo que un escultor trabaja en el espacio físico.- afirma.
Es decir, que las canciones van y vienen como las almas en la doctrina de la trasmigración.
Por eso me voy a fijar en una tercera. En la que Marty Robbins cantó el triste final de un vaquero demasiado atrevido y locamente enamorado que no debió ir a El Paso…
En 1974 grandes y pequeños oíamos una versión de El Paso en los populares festivales musicales del final del franquismo, en los kantaldis. Llegado un momento, grandes y pequeños lanzábamos un jersey al aire en señal de celebración por el final de un elemento que todos dijeron que era fundamental para la continuación de la dictadura. ¿Dónde oirían El Paso Etxamendi y Larralde en 1973? La cantaban también Pantxo eta Peio y hoy es famosa entre los jóvenes por las versiones de Banda Basatti y algún otro. Yup la la se llama y no la encuentro.
Dylan nos cuenta de dónde viene esa canción. Se remonta el autor de este libro a Robert Texas Heckle, un soldado confederado y poeta de frontera que contaba las historias de pioneros. Su nieto oía absorto las historias aunque supiera que no eran verídicas. Como su abuelo no ponía melodías a sus historias lo empezó a hacer él.
En El Paso la historia acaba en tiroteo. El vaquero forastero es ejecutado por los pistoleros para quedarse con su caballo mientras Felina, la bailarina, acude a su lado justo para verle morir. Dylan explica que esta canción fronteriza se compone de cinco partes, cada una de dos estrofas y un puente, para pasar a la parte siguiente. Y que lo que la hace peculiar son las transiciones entre el final del puente y la estrofa siguiente, breves preludios que te adentran en la historia. Estas transiciones son tan importantes como cualesquiera otras palabras en la canción, afirma Dylan abundando en su argumento ya referido, la música también significa cosas. No lo sabe bien, me da que era en cada una de esas transiciones cuando los chalecos y las chamarras del público de los kantaldis de finales de los años setenta emulaban por los cielos de frontones y polideportivos el Dodge del presidente del gobierno de Franco. La misma melodía, diferentes hechos, el mismo final.